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Karma Cola, la bebida comprometida con un desarrollo sostenible


“…What goes around comes around…”, este es un dicho que significa ‘tus acciones tienen consecuencias con las que tendrás que lidiar posteriormente’ o simplemente cosechas lo que siembras.

Bajo este dicho la empresa australiana fundó ‘Karma Cola’, creando un modelo de negocio sostenible el cual asegura que las comunidades con las que trabajan se beneficien de cada botella que se venda.

Sus acciones van de la mano con los estándares que propone la ONU para alcanzar las metas de un desarrollo sostenible: ofrecer empleo decente y condiciones de trabajo seguras, estos dos pilares son básicos para crear un crecimiento y desarrollo económico sostenible.

Karma Cola nace cuando sus tres fundadores, Matt Morrison, Simon Coley y Chris Morrison descubrieron que en el mundo se consumen más de 1.9 mil millones de refrescos de cola al día, pero quienes cultivan la nuez de cola no reciben ningún beneficio de estas ventas; paradójicamente se cultiva en una de las regiones más pobre del mundo.

“…Creemos que lo que usted bebe no solo debe tener buen sabor, debería ser bueno para la tierra y bueno para las personas que cultivan los ingredientes…”, señalan los fundadores.

Karma Cola realizó sus primeras botellas de cola en el 2010 usando una bolsa de nueces de cola que les fue enviada de Boma, un pequeño pueblo escondido en la selva tropical de Gola en Sierra Leona. “…Habíamos aprendido que el mundo bebía más de un millón de colas por minuto, pero que nada de ese dinero volvía a las personas que originalmente descubrieron las cosas. Así que hicimos una bebida para arreglar eso…”, dice Morrison.

La bebida Karma Cola tiene nueces de cola molidas de los bosques tropicales de Sierra Leona y azúcares procedentes de la India. Para lograr un modelo de negocio sostenible, estableció una base para apoyar a sus ‘amigos emprendedores’ quienes cultivan los ingredientes.

“…Creamos la Fundación Karma Cola para asegurarnos de que las personas que cultivan nuestra cola obtienen algo de las personas que la beben…”, dijo Coley. La Fundación Karma Cola se fundó bajo el principio rector de que las ocho comunidades que apoyan saben lo que es mejor para ellas.

“…Las personas con las que trabajamos en Sierra Leona quieren las mismas cosas que nosotros. Quieren enviar a sus hijos a la escuela y ser autosuficientes. Esto puede ser tan simple como tener comida almacenada a salvo para la temporada de lluvias que inevitablemente vendrá. La fundación les otorga esta independencia a través del comercio y el apoyo a proyectos para desarrollar infraestructura y educación…”.

“…Nos dimos cuenta de que necesitaban más que el dinero que pagamos por la materia prima. Después de una guerra civil de diez años, necesitan rehabilitar sus granjas, reconstruir sus aldeas y obtener un ingreso. Esto no es ayuda, es un intercambio directo. Creemos que la mejor forma de apoyo e independencia económica es una relación comercial equitativa y respeto mutuo…”, dicen los hermanos Morrison.

La Fundación no decide dónde se invierten los fondos, las comunidades conocen sus necesidades y se les deja ser independientes en este sentido. Un ejemplo de esto fue la construcción del puente Makenneh que unió al viejo y nuevo Boma para asegurar una vía de transporte segura.

La fundación es muy activa, otorgó becas para más de 60 niños, construyeron dos centros de procesamiento de arroz para asegurar el suministro de alimentos, apoyaron a un grupo de teatro educativo sobre el VIH, financió suministros médicos durante la epidemia de Ébola, rehabilitó granjas, desarrolló un banco de semillas para las temporadas futuras, ayudó a un grupo de empresarios a crear sus propias pequeñas empresas, estableció un programa de alfabetización para adultos y organizadores y líderes comunitarios capacitados, entre otras actividades.

Por otro lado emplean el sistema ‘Fairtrade’, el cual busca proteger a los agricultores que históricamente fueron explotados por grandes empresas. Este sistema permite a los productores tener el control de su propio negocio en sus propias granjas y bajo sus propios términos.

Su modelo de negocio les ha hecho ser acreedores de diversos premios, entre ellos ser nombrados nombrados por The Ethisphere Institute como una de las compañías más éticas del mundo por dos años consecutivos y la Fairtrade Foundation les ha otorgado el premio 'The World's Fairest Trader'.

El dinero que obtuvieron lo han reinvertido para desarrollar granjas 100% orgánicas y libres de químicos. “…Usamos ingredientes orgánicos deliciosos para hacer nuestras bebidas. Elegimos productos orgánicos porque creemos en tratar el planeta como nuestro propio patio trasero y elegir ingredientes cultivados con cuidado…”, declaran.

La agricultura orgánica se ha asociado con diferentes factores, entre ellos menos estrés en la tierra debido a la ausencia de fertilizantes químicos, pesticidas, herbicidas o insecticidas.

Este tipo de prácticas ayuda a conservar la biodiversidad de las selvas tropicales, como la selva de Gola donde se cultiva la cola de Karma Cola. Pero esta misma selva está siendo amenazada por diversas empresas que destruyen y limpian la selva para dar paso a la ganadería, plantaciones de aceite de palma y monocultivos como la remolacha azucarera para convertirla en biocombustible.

Se necesitan más héroes como este trío de emprendedores que no dudaron en hacer lo correcto, las grandes corporaciones deberían entender que gracias a quienes cultivan sus productos obtienen ganancias y que la tierra es para conservarse no para destruirse.

 

Vía: Karma Cola

Imagen: Karma Cola

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