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12 mil toneladas cáscaras de naranja salvan una selva árida


Es el sueño de todo ecologista poder reparar el daño que ha tenido un ecosistema durante años. Desde reclamar el espacio de un bosque o selva, proteger y conservar las bellezas naturales y poder dar nueva vida. Hoy vemos como nuestros bosques y selvas son víctimas de la avaricia del hombre.

Pero no todo está perdido y de hecho hay diferentes personas, asociaciones y activistas que buscan cumplir el sueño de revertir el daño realizado. Tal es el caso de Daniel Janzen y Winnie Hallwachs, quienes decidieron llevar cientos de miles de cáscaras de naranja a la selva de Costa Rica a finales de la década de los noventas.

Janzen y Hallwachs, investigadores de la Universidad de Princeton, diseñaron un plan en 1997 para rescatar una selva y se acercaron a ‘Del Oro’uno de los fabricantes más grandes de jugo de naranja en Costa Rica.

La compañía se comprometió a donar parte del terreno que bordeaba el ‘Área de Conservación de Guanacaste’ al parque nacional y como contraprestación se le permitiría deshacerse de la cáscara de naranjas desechadas sin costo alguna en las tierras degradas de parque; ambas partes aceptaron el acuerdo y 12 mil toneladas de cáscara de naranja fueron transportadas a un paisaje estéril.

Esta porción de selva había sido destruida por máquinas y el paisaje estaba lejos de lo que se puede conocer en Costa Rica; pero con este plan todo cambiaría. Durante años esta zona no tuvo la intervención de la mano del hombre, de hecho Janzen colocó una marca para poder identificar el sitio a su regreso.

A seis meses de haber arrojado los cientos de miles de cáscaras de naranja, éstas se habían convertido en un suelo franco y arcillosos. Los residuos orgánicos tuvieron un impacto casi instantáneo sobre la fertilidad de la tierra.

El experimento parecía ser algo muy prometedor, pero no duró mucho ya que la competencia de ‘TicoFruit’ demandó a ‘Del Oro’ alegando que había contaminado el parque nacional por lo que el Tribunal Supremo de Costa Rica dio fin al experimento; pero lo que no contaban era que el sitio quedó olvidado y fuera de la mano del hombre durante 15 años.

En el 2013, Janzen envió a Timothy Treuer uno de sus estudiantes de la Universidad de Princeton, a visitar nuevamente el sitio pero no encontró el terreno árido en el que Janzen y Hallwachs había trabajado; Treuer comentó en una entrevista que tuvo que viajar dos veces al mismo sitio para asegurarse de que no estuviera equivocado ya que el paisaje árido se transformó en una densa selva.

Se realizaron comparaciones con un área de control cercana, la cual no había sido nutrida con las cáscaras de naranja y se encontró que la zona experimental tenía un suelo más rico, con mayor biomasa por árbol y una diversidad de especies arbóreas más amplia.

Al día de hoy no se tiene un veredicto final de cómo las cáscaras pudieron tener tal efecto y crear esta selva. La teoría de Treuer es que se dio una sinergia entre la supresión de la hierba y el rejuvenecimiento de los suelos degradados.

Este experimento nos da grandes esperanzas al demostrarnos que una selva árida puede revivir si se le da una ayuda y se deja que la naturaleza retome su curso. Esto es una gran noticia para quienes buscamos suavizar y ralentizar los efectos del cambio climático. El equipo de investigación espera que este experimento inspire otros proyectos para conservación.

 

Vía: La Vanguardia

Imagen: Tomonthy Treuer


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