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CDMX recorta 40% al drenaje: cuando el agua se va… y los fondos también

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    Planeta B
  • hace 1 minuto
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Un respiro ilusorio, una fuga real

Hace apenas unas semanas celebrábamos que el Sistema Cutzamala alcanzara 92% de su capacidad. Un respiro temporal —como escribimos entonces en PlanetaB—, pero no una solución de fondo.


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Advertimos que de poco servía el alivio de la lluvia si el gobierno no aprovechaba para invertir nuestros impuestos en reparar la red hídrica del Valle de México, donde se pierde una cantidad bestial de agua por fugas. Hoy, los hechos confirman el diagnóstico: la Ciudad de México ha recortado hasta 40% el presupuesto destinado al drenaje, justo cuando el sistema se colapsa bajo sus propias grietas.


Un drenaje de 50 años y una gestión que se desmorona


Los datos oficiales son claros —y demoledores.En 2020, la capital destinó 2,081 millones de pesos al rubro Infraestructura de Drenaje, Alcantarillado y Saneamiento.


Para 2025, esa cifra se desplomó a 1,244 millones de pesos, según los propios programas operativos del entonces Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) y su sucesora, la Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua).


El resultado: inundaciones cada vez más frecuentes, miles de viviendas afectadas y un incremento de 107% en el número de socavones solo entre enero y septiembre de este año. Pasamos de 80 a 166 incidentes, según cifras publicadas por Reforma.


Y mientras los vecinos tapan fugas con cubetas, las autoridades tapan el sol con declaraciones.


El especialista en ingeniería hidráulica, Luis de la Cruz, explicó que muchas de las tuberías que conforman el drenaje capitalino tienen más de 50 años y fueron fabricadas con concreto, un material rígido, propenso a fracturas y muy poco compatible con la sismicidad del suelo capitalino.


Durante la temporada de lluvias, el volumen de agua que ingresa al drenaje supera el 80% de su capacidad habitual, saturando las tuberías hasta hacerlas colapsar. A eso se suma la falta crónica de mantenimiento y desazolve, que provoca acumulación de gases y tapones, elevando la presión interna y multiplicando fugas y hundimientos.


La ecuación es sencilla: infraestructura vieja + recorte presupuestal = desastre asegurado.


Cinco años de recortes, cinco años de hundimientos


El deterioro no es nuevo ni accidental. En los últimos cinco años, las reducciones han sido constantes. Alcaldías como Iztapalapa, Gustavo A. Madero y Tlalpan figuran entre las más golpeadas, con miles de viviendas dañadas y calles que literalmente se abren bajo los pies.


El drenaje, esa red invisible que sostiene a una ciudad entera, se ha vuelto un símbolo del abandono: se le pide resistir más, con menos recursos. Mientras tanto, los discursos oficiales hablan de sustentabilidad, pero confunden austeridad con negligencia.


Y así, mientras el agua busca salida, el presupuesto sigue desapareciendo por las grietas de la incompetencia.


Ya lo habíamos advertido


En PlanetaB lo dijimos con claridad en nuestra nota del Cutzamala: no hay abundancia sin gestión eficiente. De nada sirve tener agua si se desperdicia antes de llegar al grifo.


Hoy vemos el resultado de ignorar lo obvio.Reducir el gasto en drenaje en una ciudad que se hunde no es ahorro: es autodestrucción presupuestal. Es como recortar el presupuesto a los bomberos en plena temporada de incendios.


¿Qué pensamos en #PlanetaB?


Lo más peligroso no es el agua: es la ineptitud con que se maneja.


El gobierno capitalino tiene frente a sí una infraestructura envejecida, una crisis climática acelerada y una ciudadanía cada vez más consciente. Pero parece empeñado en reaccionar siempre tarde y mal.


Ya es hora de exigir algo más que promesas. Cada peso destinado al agua debe traducirse en infraestructura, no en justificaciones. Si la ciudad presume avances en movilidad, cultura y tecnología, debería empezar por garantizar que no se hunda en su propia agua residual.


Porque mientras el drenaje se colapsa, también se drena la confianza ciudadana.Y esa, a diferencia del agua, no se recupera con la próxima lluvia.


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