América Latina sufre de un mal manejo de basura. En diversas latitudes de la región se pueden encontrar tiraderos de basura a cielo abierto, algunos tan grandes que pueden recibir casi 3 mil toneladas de basura al día.
Estos basureros son un foco de infección y de contaminación ambiental. Los residuos que llegan ahí no se separan, ni son cubiertos o compactados, sino que a menudo se queman; adicional, no cuentan con sistemas de impermeabilización del suelo ni de captura de gases.
Como resultado, gases tóxicos contaminan el aire y el agua alrededor de los vertederos, afectando la salud de la población circundante, en particular de los trabajadores informales que sobrevivían de lo que lograban sacar del basural para revenderlo.
En caso de contar con instalaciones de reciclaje y relleno sanitario, se calcula que se evitarían 70% de las emisiones de dióxido de carbono que los basurales generan.
En la última década, se han cerrado algunos de los basurales más contaminantes de la región, incluidas enormes instalaciones en Brasil, México y Nicaragua, una política pública impulsada por grupos ambientalistas.
Riesgo mundial. El cierre definitivo de este tipo de basurales es una de las herramientas clave para lograr aire limpio para todos.
Alrededor de 40% de los residuos en el mundo aún se depositan en vertederos a cielo abierto, en particular en países en desarrollo. En América Latina y el Caribe unas 145 mil toneladas se destinan cada día a este tipo de basurales, donde la descomposición y quema de residuos genera potentes gases que contaminan la atmósfera, provocan severos daños a la salud humana y contribuyen al cambio climático.
La quema de basura es especialmente peligrosa. Esta actividad es una de las principales fuentes en la región de carbono negro, un componente clave de partículas ultrafinas PM2.5, que no sólo pueden alojarse en los pulmones de las personas sino entrar en el sistema sanguíneo y aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, respiratorias y cáncer.
Se estiman que unas 330 mil muertes prematuras en las Américas son atribuibles cada año a la mala calidad del aire.
Los gases tóxicos que emanan de los basurales a causa de la quema afectan en particular a los trabajadores, generalmente informales, que operan en ellos y muchas veces viven en su perímetro; incluso hay casos donde se ha documentado severas enfermedades respiratorias que causan la reducción de la esperanza de vida a 50 años.
Las personas que trabajan en los basurales a cielo abierto también se exponen a emisiones de metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2), que se generan por la descomposición anaeróbica de los residuos.
Ambos son gases de efecto invernadero, es decir, provocan el cambio climático. El poder contaminante del metano es hasta 28 veces mayor que el del CO2, y la basura puede seguir emitiéndolo incluso años después de cerrado un vertedero.
En el otrora basurero más grande de Ciudad de México, el Bordo Poniente, clausurado en 2011, se calcula que permanecen enterradas alrededor de 70 millones de toneladas de residuos.
Cuando se decidió su cierre se pensó en instalar una planta de biogás para captar el metano producido por esa basura, lo que habría podido generar 250 GWh, es decir, suficiente energía para iluminar 35 mil hogares en la megalópolis. Pero la planta no se construyó. Hoy existe en el lugar una instalación que produce alrededor de 90.000 toneladas de composta al año.
Cierre de vertederos o cierre de vías respiratorias
“...Se calcula que de continuar con las actuales tendencias, los basurales a cielo abierto serán responsables de entre 8 y 10% de los gases de efecto invernadero en 2025...”, señaló Atilio Savino, editor jefe del reporte Perspectiva de la Gestión de Residuos en América Latina y el Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA,
“...Cerrar estos vertederos es clave para enfrentar dos de los más grandes retos que enfrenta la humanidad ahora: la crisis climática y la pandemia de la COVID-19...”, enfatizó Savino.
La pandemia expuso la urgencia de gestionar de manera sostenible los residuos, entre ellos los desechos sanitarios y peligrosos, para proteger la salud de las personas y la del planeta a largo plazo.
“...Encontrar soluciones innovadoras para reducirlos, disponerlos adecuadamente y aprovecharlos como parte de una economía circular es clave en los planes de recuperación pos-COVID-19 en América Latina y el Caribe, donde sólo se recicla el 10 % de los residuos...”, señaló Jordi Pon, coordinador regional de residuos, químicos y calidad del aire del PNUMA.
El PNUMA trabaja con los países en la búsqueda de esas soluciones a través de la Coalición voluntaria de gobiernos y organismos pertinentes para el cierre progresivo de los basurales en América Latina y el Caribe.
Las 17 naciones que son parte de la coalición acordaron desarrollar una hoja de ruta para el cierre progresivo de los basurales y la transición efectiva hacia la gestión integral de residuos en la región.
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Vía: ONU MedioAmbiente
Imagen: Reuters | Bordo Poniente
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