Big Beautiful Bill: El gran regalo de Trump a China y cómo hunde el futuro energético de EE. UU.
- Planeta B
- 3 jul
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La nueva ley energética de Trump promete más calor, más facturas y menos empleos. Mientras tanto, China aplaude. ¿Una estrategia nacional? No exactamente. Descubre por qué esta ley es un error histórico.

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El futuro energético estadounidense, patrocinado por... Pekín
En una maniobra digna de una tragicomedia geopolítica, la administración Trump ha aprobado lo que llama con entusiasmo su “gran, hermosa ley” energética. Lo irónico es que, con un solo plumazo, ha desmantelado años de esfuerzos —republicanos y demócratas por igual— para migrar hacia un sistema energético más sostenible, limpio y renovable.
Todo el trabajo hecho para posicionar a EE. UU. como líder en energías del siglo XXI ha sido tirado por la borda, no por razones técnicas ni económicas, sino por ideología. Y el principal beneficiado no parece ser el pueblo estadounidense, sino el Partido Comunista Chino, que observa divertido cómo Washington dinamita su propia ventaja competitiva justo cuando más se necesita.
¿Una ley contra el futuro?
El nuevo paquete legislativo elimina agresivamente los incentivos fiscales para la energía solar, eólica y los vehículos eléctricos —los pilares de cualquier país que aspire a competir tecnológicamente en los próximos 20 años.
Irónicamente, incluso Arabia Saudita está invirtiendo más en energía solar para atraer centros de datos de IA, mientras Estados Unidos retrocede. ¿Por qué? Porque en la retórica MAGA, lo renovable es “liberal”, y lo fósil es “patriota”.
Trump vs. Musk (y la lógica)
Elon Musk, ese mismo a quien los votantes conservadores solían idolatrar, lo dijo sin rodeos: esta ley es “insana y destructiva”. No solo pone en jaque el liderazgo estadounidense en industrias emergentes, sino que entrega en bandeja de plata a China el dominio de la energía solar, los vehículos eléctricos y la IA. Musk, tal vez la última figura con credibilidad industrial real en este debate, está gritando en el vacío mientras los legisladores juegan a la Guerra Fría... en sentido inverso.
Cuando el gas natural no alcanza (ni llega a tiempo)
Supongamos que ignoramos las renovables y apostamos por el gas natural. ¿El problema? Los fabricantes de turbinas están saturados: instalar una hoy podría tomar hasta 2030. En contraste, una granja solar con baterías en Texas tarda menos de 18 meses en funcionar. Pero claro, eso es “demasiado eficiente” para el gusto del Congreso.
Texas lo entendió. Washington, no tanto
Texas —sí, Texas— se ha convertido en el líder nacional en nuevas instalaciones solares. En 2024, 81% de la nueva capacidad eléctrica vino de solar más baterías. Pero con la nueva ley, estos proyectos serán más costosos, menos atractivos y, probablemente, menos frecuentes. ¿Resultado? Electricidad más cara para ti, más CO₂ para todos, y más risas desde China.
¿Qué pensamos en #PlanetaB? ¿Incompetencia o sabotaje estratégico?
Lo que estamos presenciando no es simplemente una mala política energética; es una abdicación completa de liderazgo en uno de los sectores más estratégicos del siglo XXI.
Esta ley eleva artificialmente los costos de la electricidad, elimina empleos del futuro y sabotea los esfuerzos de Estados Unidos por mantenerse competitivo en inteligencia artificial y tecnologías limpias. No hay forma diplomática de decirlo: Trump ha intercambiado el futuro de América por una ovación efímera en un mitin.
El Partido Republicano no solo ha renunciado al pragmatismo energético; ha elegido el camino del populismo miope sobre la estrategia nacional. Y eso no solo afecta a los demócratas ni a California: afecta a los trabajadores texanos que están construyendo parques solares, a las empresas que lideran el desarrollo de vehículos eléctricos, y a cada familia que verá crecer su recibo de luz sin entender por qué. Si quieres un país competitivo, limpio y preparado para el futuro, esta no es la ley que lo conseguirá.
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