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¿Un océano de promesas? México ratifica el Tratado de Alta Mar bajo el gobierno de Sheinbaum

  • Foto del escritor: Planeta B
    Planeta B
  • hace 2 horas
  • 2 Min. de lectura


Un gesto verde en el Senado: ¿compromiso con los océanos o símbolo de temporada?


Entre aplausos, discursos y publicaciones en redes sociales, el Senado de la República aprobó por unanimidad el Tratado de Alta Mar, un acuerdo impulsado por la ONU que busca proteger la biodiversidad marina más allá de las jurisdicciones nacionales. La presidenta Claudia Sheinbaum y su equipo lo presentan como prueba irrefutable de su compromiso con el medio ambiente.


¿Y cómo no celebrar? La unanimidad (101 votos a favor) suena como música de campaña... perdón, de conciencia ecológica. México, país de grandes costas y aún mayores contradicciones ambientales, refrenda así su intención de jugar en las grandes ligas de la gobernanza oceánica.


¿Qué es el Tratado de Alta Mar?


El Tratado de Alta Mar forma parte de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Su objetivo es ambicioso y necesario:


  • Proteger la biodiversidad en aguas internacionales.

  • Garantizar el uso sostenible de los recursos genéticos marinos.

  • Crear áreas marinas protegidas.

  • Establecer evaluaciones de impacto ambiental.

  • Fomentar la cooperación científica y la transferencia de tecnología.


En resumen: un marco legal para evitar que los océanos se sigan tratando como un buffet sin reglas, donde cualquiera puede servirse a costa de todos.


El aplauso político y la ola de relaciones públicas


Desde la Secretaría de Relaciones Exteriores hasta el último tuit institucional, el gobierno celebró el tratado como un paso "histórico" en favor de la biodiversidad. La narrativa oficial no escatimó en adjetivos: compromiso, responsabilidad, herencia para las futuras generaciones… casi como si los problemas ambientales se resolvieran con hashtags y declaraciones bien redactadas.


Y aunque es cierto que el tratado abre una oportunidad real para fortalecer la protección marina, también es evidente que, hasta ahora, México ha mostrado una relación intermitente (y a veces cínica) con su política ambiental.


¿Qué pensamos en #PlanetaB? Entre buenas intenciones y ecosistemas desprotegidos


Firmar un tratado no equivale a cumplirlo. La historia reciente de México en materia ambiental está llena de discursos ambiciosos seguidos por presupuestos raquíticos, corrupción local y megaproyectos que arrasan ecosistemas enteros.


Mientras el Senado ratifica acuerdos internacionales, en casa se aprueban desarrollos turísticos en manglares, se toleran vertidos industriales en ríos y se prioriza el cemento sobre la selva.


La pregunta no es si el Tratado de Alta Mar es importante (lo es). La pregunta es si la administración de Sheinbaum está dispuesta a traducir esta ratificación en políticas públicas efectivas, presupuesto serio y aplicación estricta de la ley, incluso cuando eso implique enfrentarse a intereses económicos. Si no, todo quedará flotando en la superficie: bonito, brillante, pero vacío.


Como ciudadanos, medios y organizaciones, no podemos conformarnos con los titulares. Exijamos seguimiento, transparencia y acción. El océano no necesita más promesas; necesita defensa real, ciencia bien financiada y voluntad política de largo aliento.


Porque si el Tratado de Alta Mar termina archivado junto a tantos otros compromisos internacionales, lo que se hundirá no será la credibilidad del gobierno… será nuestro futuro marino.


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