Presas llenándose, tenemos más agua... pero no llega: 1 de cada 3 litros se pierde en la red
- Planeta B
- 17 jul
- 4 Min. de lectura
CDMX pierde el 33% del agua que recibe... mientras las presas se llenan
Mientras las presas del Sistema Cutzamala alcanzan niveles históricamente altos gracias a las lluvias, la Ciudad de México desperdicia al menos el 33% del agua que recibe diariamente por fugas y tomas clandestinas. Un análisis de la gran ironía hídrica que vivimos.

Agua que abunda... y se desperdicia
En una ciudad donde la falta de agua ha sido utilizada por décadas como justificación para todo tipo de medidas restrictivas, parece que por fin llegó una buena noticia: las presas del Sistema Cutzamala han recuperado un nivel saludable, alcanzando el 56% de su capacidad tras las recientes lluvias.
Sin embargo, el festejo dura poco cuando se recuerda un dato incómodo: la Ciudad de México pierde alrededor del 33% del agua que recibe cada día.
Sí, justo cuando más agua hay, más evidente se vuelve que no sabemos qué hacer con ella. O más bien, sí sabemos: dejar que se fugue, se filtre, o se derrame —literalmente— por grietas en un sistema de distribución que parece diseñado más para el siglo pasado que para una de las ciudades más grandes del mundo.
Más agua, menos eficiencia
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) anunció que las lluvias recientes recargaron con más de 64 mil millones de litros las presas del Cutzamala. Esto llevó su almacenamiento del 28% (en julio de 2024) al 56% actual. En otro contexto, esta sería una gran victoria.
Pero mientras las cifras se inflan del lado de la oferta, la demanda sigue siendo víctima de una infraestructura deficiente.
La Secretaría de Gestión Integral del Agua (Segiagua) reporta que la CDMX recibe diariamente 2,292 millones de litros de agua, de los cuales una tercera parte —alrededor de 764 millones de litros— se pierden por fugas, tuberías rotas y tomas clandestinas.
No es una exageración. Es una tragedia perfectamente medida.
Crónica de una fuga anunciada
La escena es tan común que ya ni escandaliza: calles inundadas no por lluvias, sino por fugas. Esta semana, fue el turno de la Colonia Ampliación Gabriel Hernández, en la Alcaldía Gustavo A. Madero.
Un viejo tubo de asbesto —sí, aún existen— colapsó y provocó una fuga de tal magnitud que 13 viviendas quedaron anegadas y 21 familias afectadas. Algunas casas registraron niveles de hasta 50 centímetros de agua en el interior.
Durante tres horas, se perdieron 500 litros por segundo. Hagan cuentas.
Lo peor: esto no fue un evento aislado. Al mismo tiempo, en colonias como Bosques de las Lomas, Guerrero y Cuajimalpa, se reportaban otras fugas. Algunas causadas por tomas ilegales, otras por saturación operativa de las brigadas encargadas.
Segiagua incluso admitió no tener tiempo estimado de respuesta para algunos reportes. La lluvia no da tregua, y la negligencia tampoco.
¿Y después qué? La paradoja del agua en CDMX
Se podría pensar que, con más agua disponible en las presas, habría menos presión en el sistema. Pero ocurre lo contrario. La infraestructura, envejecida y sobreexigida, no da para más.
El tubo que se rompió en la GAM no es la excepción, es la regla. Y el dato que debería alarmarnos es que al menos uno de cada tres litros de agua que llega a la ciudad, jamás toca un grifo.
Esta no es sólo una crisis técnica, es una crisis de prioridades. Porque mientras las autoridades presumen la recuperación del Cutzamala, poco se dice del dinero que no se invierte en mantenimiento, modernización de redes, monitoreo inteligente o eliminación de tomas ilegales. Mucho menos se habla del costo ambiental y económico de esta pérdida sistemática.
¿Qué pensamos en #PlanetaB? El problema no es el agua. Somos nosotros.
Durante años, se ha culpado a la sequía, al cambio climático o al crecimiento urbano de la escasez de agua en la Ciudad de México. Pero el diagnóstico honesto es mucho más incómodo: el problema somos nosotros.
Nuestra incapacidad para cuidar, distribuir y gestionar el recurso más vital que tenemos. No importa cuánta agua traigan las lluvias si seguimos vertiéndola al drenaje por falta de infraestructura y voluntad política.
La ironía no podría ser más evidente: tenemos agua en las presas, pero no en las casas. Y no es porque falte, sino porque se desperdicia. Y mientras no tratemos la gestión del agua como un tema de seguridad, justicia social y sostenibilidad, seguiremos celebrando estadísticas mientras las cisternas de nuestros hogares se quedan vacías.
Ya no basta con "cuidar el agua", la narrativa de “cierra la llave mientras te cepillas los dientes” ya no alcanza. Necesitamos exigir políticas públicas reales, inversión sostenida en infraestructura hidráulica, sanciones efectivas contra las tomas ilegales y transparencia en el manejo del agua.
Este no es un problema técnico, es político. Y como ciudadanos, también es nuestra responsabilidad señalarlo, visibilizarlo y empujarlo en la agenda pública.
Porque si no exigimos una solución de fondo hoy, mañana seguiremos leyendo las mismas noticias... pero con menos agua para reaccionar.
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