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La Laguna de Zumpango: cuando el lirio acuático ahoga más que el agua y la voluntad humana

  • Foto del escritor: Planeta B
    Planeta B
  • hace 1 minuto
  • 3 Min. de lectura
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La Laguna de Zumpango vuelve a ocupar titulares, pero no por buenas razones. El lirio acuático —una planta conocida, tolerada y sistemáticamente subestimada— ha cubierto casi por completo este cuerpo de agua, alterando su equilibrio ecológico y paralizando la economía local.


El problema no es nuevo, pero sí cada vez más evidente.


No buscamos dramatizar ni señalar culpables fáciles. Tampoco ofrecer soluciones mágicas. La intención es otra: observar con atención, cuestionar la inercia institucional y poner sobre la mesa una conversación que lleva demasiado tiempo postergada. Porque cuando un ecosistema colapsa a plena vista, el silencio también es una forma de decisión.


Un espejo de agua que dejó de reflejar


Subir las escalinatas que conducen a la Laguna de Zumpango ya no revela un paisaje lacustre. Lo que aparece es una extensión verde y espesa, una alfombra vegetal que ha reemplazado al espejo de agua.


El sol ya no se refleja. El movimiento desapareció. Dos lanchas, inmóviles, quedan atrapadas como testigos de una actividad que se detuvo.


El lirio acuático cubre más del 90 % de la laguna. Su crecimiento no solo es visible: es invasivo. Esta planta absorbe el oxígeno del agua, asfixiando literalmente al ecosistema.


Las consecuencias son directas: riesgo para especies como garzas y patos negros, y una amenaza clara para los más de 30 mil alevines liberados recientemente con la esperanza —tal vez optimista— de repoblar la zona.


Economía local en pausa indefinida


Para los pescadores, lancheros y comerciantes, el lirio no es una metáfora ambiental: es un freno económico. Los recorridos en lancha se suspendieron. La pesca quedó prácticamente anulada. El comercio asociado al turismo local perdió su razón de ser.


Cada semana, alrededor de quince personas realizan labores de limpieza manual. Esfuerzo constante, resultados marginales. La voluntad existe; la escala no. Pretender que la limpieza artesanal compita con una plaga de este tamaño es, siendo generosos, ingenuo.


Aquí aparece un matiz relevante: con frecuencia se acusa a los comerciantes de no involucrarse lo suficiente. La realidad es menos conveniente para el discurso oficial. Sin maquinaria especializada, sin un plan integral y sin continuidad, el lirio simplemente vuelve. Y vuelve más fuerte.


Advertencias ignoradas, consecuencias previsibles


El crecimiento acelerado del lirio comenzó en agosto. Hubo alertas. Hubo solicitudes formales dirigidas a la Conagua y al Gobierno del Estado de México. La respuesta fue el silencio administrativo, ese recurso tan eficaz para dejar que los problemas maduren hasta convertirse en crisis.


José, vendedor de dulces, lo resume con una precisión que incomoda: el problema no es la falta de agua, es la falta de oxígeno. El lirio altera la química del ecosistema y compromete directamente a la fauna. La liberación de alevines, sin un control previo de la plaga, fue más un gesto simbólico que una estrategia ambiental.


De santuario natural a promesa incumplida


La Laguna de Zumpango fue, durante años, hábitat de múltiples especies. Garzas, patos negros e incluso pelícanos formaban parte del paisaje. Tras la pandemia de 2020, esa diversidad comenzó a desaparecer. La recuperación nunca llegó.


Existe, según los comerciantes, un proyecto para profundizar la laguna hasta cuatro metros, permitir lanchas de mayor capacidad y elevar el nivel del agua. La idea se presentó en una maqueta. Nada más. Margarito Domínguez, comerciante de más de 80 años, espera vivir lo suficiente para ver ese plan materializado. La frase no busca ironía, pero la contiene.


¿Qué pensamos en #PlanetaB?


La Laguna de Zumpango no necesita discursos grandilocuentes ni maquetas bien iluminadas. Necesita decisiones técnicas, recursos adecuados y una intervención inmediata. El lirio acuático no es una sorpresa ni un fenómeno inexplicable; es una consecuencia directa de la falta de acción sostenida.


Creemos que la discusión ambiental debe salir del terreno de la reacción tardía y entrar en el de la prevención responsable. No se trata solo de salvar un paisaje, sino de proteger un sistema económico local y un patrimonio natural que aún puede recuperarse.


La pregunta no es si hay solución, sino si existe voluntad. Y esa respuesta, a diferencia del lirio, no debería seguir flotando indefinidamente. El llamado es claro: exigir planes integrales, seguimiento real y rendición de cuentas. El ecosistema ya habló. Ahora toca escuchar.


 
 
 

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