El vuelo de la mariposa Monarca: Una llegada épica, una gestión trágica
- Planeta B

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El fenómeno migratorio de la Mariposa Monarca es, sin duda, una de las proezas biológicas más asombrosas del planeta.
Millones de ellas, con apenas medio gramo de peso, completan un viaje de más de 4,000 kilómetros desde el norte, buscando refugio en los mismos y gélidos oyameles de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca en México.
Un espectáculo de la naturaleza que, lamentablemente, contrasta de manera dramática con la gestión y el soporte que las instituciones mexicanas le brindan a esta joya ecológica.
El arribo de estas viajeras aladas nos obliga a alzar la mirada, no solo hacia los cielos que surcan, sino hacia la tierra que las acoge y a los guardianes que, pese al abandono, insisten en protegerlas.
El contraste elegante: Arribo de millones vs. presupuesto precario
La temporada de hibernación 2024-2025 confirma la fragilidad del ecosistema y la perseverancia de la Monarca. Se registraron ocho colonias, con una ocupación total de 1.79 hectáreas de bosque, la segunda cifra más baja en la última década.
El riesgo de extinción no es una frase alarmista, es una realidad que el retraso en su llegada, atribuido al cambio climático, se encarga de subrayar.
Mientras las mariposas demuestran que, para la conservación, la voluntad lo es todo, el gobierno federal parece hacer gala de una voluntad inversamente proporcional.
Desde hace seis años, los gastos de operación para la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) sufrieron un recorte del 75 por ciento. La Reserva Monarca, epicentro de la conservación, vio cómo su presupuesto pasaba de 5 millones a solo 1 millón de pesos.
Es una ironía digna de mención: el valor ecológico de la reserva, que además provee agua a más de siete millones de personas en el Valle de México a través del Sistema Cutzamala, es inversamente proporcional al presupuesto asignado para su cuidado. Se espera que la naturaleza sea generosa, pero el estado, al parecer, no está obligado a ser recíproco.
El impacto de esta austeridad selectiva no es un mero número en un informe. Afecta directamente a los 121 núcleos agrarios, ejidos y comunidades, que son los verdaderos custodios del bosque.
Ellos dependían de los subsidios para reforestación, manejo sustentable y proyectos productivos. Sin esos recursos, la subsistencia se vuelve una lucha de cada temporada.
Guardianes sin armadura: La dignidad del ejido
Ante el vacío presupuestal, la respuesta de los ejidatarios ha sido digna y contundente, aunque dolorosa para el visitante. Han tenido que recurrir a la única fuente de ingresos que les queda: el turismo. Los tres paradores turísticos que abrirán al público en Michoacán (El Rosario, Sierra Chincua y Senguio) han elevado el costo de ingreso de 100 a 150 pesos por adulto.
El presidente del Comisariado Ejidal de Cerro Prieto, Carmelo Martínez, lo resume con claridad:
“Dada la situación se tomó la decisión de hacer un aumento en las entradas; nosotros lo vemos justo […] por todo lo que hacemos aquí por el bosque. […] Sin en cambio no estamos recibiendo ningún beneficio”. La comunidad, compuesta por cien familias, tiene un compromiso moral con el bosque y la especie, pero no tiene un compromiso económico que les permita vivir dignamente.
Esta es la cruda realidad: se les exige conservar un ecosistema que produce agua vital para la capital del país, y que atrae a miles de turistas (255 mil en la temporada pasada, generando 9 millones de pesos de derrama económica local), pero se les despoja del apoyo esencial.
De 50 proyectos a 9: La directora de la Reserva, Rosalía Domínguez, confirma que la reserva pasó de manejar hasta 50 proyectos anuales a solo poder ejecutar nueve este año, debido a la reducción en los programas Procodes y Prorest de la Conanp.
La tabla de salvación (que no es suficiente): El único elemento que se mantiene es el Fondo Monarca, un fondo patrimonial de $7.5 millones de dólares, cuyos intereses se distribuyen a perpetuidad a 33 núcleos agrarios. Es un recurso que ayuda a cubrir gastos básicos de vigilancia y reforestación, pero, como se subraya, “no es mucho dinero”.
La conservación se sostiene por la vocación de los guardianes locales y por fondos internacionales (como los gestionados con Butterfly Pavilion), mientras los apoyos gubernamentales nacionales que solían "echar a andar" han sido cercenados.
La afirmación de los ejidatarios es un llamado de atención solemne:
"El llamado es hacia el Gobierno Federal porque ha quitado estos programas desde el sexenio anterior y en este sexenio que estamos, este gobierno es el que nos ha limitado, el que ha cancelado todos los apoyos hacia el campo."
¿Qué pensamos en #PlanetaB? El Lujo de la Conservación
La llegada triunfal de la Monarca es un recordatorio de que la naturaleza no espera la aprobación de ningún presupuesto. Su vuelo es un acto de pura supervivencia.
El dilema de la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca no es financiero, es ético. Es un espejo que refleja cómo se prioriza lo urgente sobre lo importante.
Permitir que la conservación de un área natural protegida de importancia global recaiga en la buena fe de comunidades empobrecidas, obligándolas a subir sus tarifas para subsistir, es una estrategia de gestión que raya en lo absurdo. El gobierno está, sutilmente, subcontratando la conservación sin pagar la factura.
La crítica elegante se convierte aquí en una exigencia: si la Reserva es una "fábrica de agua" para el 7 millones de personas en el Valle de México, y si es un icono global de biodiversidad, el presupuesto para protegerla debería ser proporcional a su valor intrínseco y los servicios ambientales que ofrece.
La conservación no es un gasto accesorio; es una inversión estratégica e indispensable.
Hacemos un llamado firme al Gobierno Federal para que reconsidere de inmediato los recortes a la Conanp.
El destino de la Monarca, del bosque de oyamel y del agua del Cutzamala está en juego. ¿Esperaremos a que el Fondo Monarca sea el único recurso disponible antes de reconocer la soberanía de nuestros propios recursos naturales?
Actuemos con la misma audacia con la que la Monarca recorre 4,000 kilómetros.








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