La Selva Maya: ¿Un pulmón que respira o un trofeo político?
- Planeta B
- hace 4 días
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¿Es posible salvar 5.7 millones de hectáreas de selva mientras los trenes y la tala avanzan? México, Guatemala y Belice firman un acuerdo histórico, pero las promesas suenan tan verdes como frágiles. Este artículo desentraña el compromiso trinacional por la Selva Maya con una mirada crítica y esperanzada.
Contexto: La Selva Maya bajo presión
La Selva Maya, que abarca 5.7 millones de hectáreas entre México, Guatemala y Belice, es el segundo pulmón verde de América, solo detrás de la Amazonia. Hogar de jaguares, ruinas mayas y comunidades indígenas, esta selva enfrenta deforestación, proyectos de infraestructura como el Tren Maya y un turismo que no siempre respeta.
Los presidentes Claudia Sheinbaum, Bernardo Arévalo y John Briceño se reunieron en Calakmul para firmar la Declaración de la Gran Selva Maya, un pacto que promete conservación y desarrollo sostenible. Pero, ¿es esto una solución real o una foto para la galería?
El problema que nadie quiere reconocer
La Selva Maya no se salva con discursos. La tala ilegal, el despalme para proyectos como el Tren Maya y la falta de recursos para las comunidades locales son heridas abiertas.
En México, por ejemplo, el programa Sembrando Vida ha sido criticado por su implementación desigual, mientras que en Guatemala la deforestación avanza a un ritmo de 132,000 hectáreas al año, según datos de la ONU.
Es casi irónico: firmamos acuerdos para proteger un ecosistema mientras nuestras políticas lo fragmentan. ¿No es absurdo prometer un "corredor biocultural" cuando los bulldozers no descansan?
Lo que realmente deberíamos estar haciendo
Proteger la Selva Maya requiere más que firmas. Primero, los gobiernos deben alinear sus proyectos de infraestructura con la conservación, no contra ella. El Tren Maya, por ejemplo, debería integrar medidas de restauración ecológica en cada kilómetro construido.
Segundo, programas como Sembrando Vida deben enfocarse en resultados medibles: reforestación efectiva, suelos regenerados y comunidades empoderadas, no solo en metas de papel. Finalmente, el turismo regenerativo debe priorizar a las comunidades locales, no a las grandes cadenas hoteleras. La selva no necesita más visitantes; necesita guardianes.
¿Qué pensamos en #PlanetaB?
La Declaración de la Gran Selva Maya es un paso, pero los pasos no salvan selvas si no van acompañados de acciones concretas. Mientras los mandatarios celebran en Calakmul, la deforestación no espera y las comunidades locales siguen sin ser las protagonistas de estas promesas.
Es evitable, sí, pero solo si los gobiernos asumen que la sostenibilidad no es un eslogan, sino un compromiso que duele en el presupuesto y en las decisiones políticas.
Es hora de actuar. México, Guatemala y Belice deben fortalecer Sembrando Vida con metas claras y auditorías transparentes. Involucrar a las comunidades mayas en la gestión de la selva, desde la reforestación hasta el turismo, no es opcional: es la única forma de que este pacto no quede en una placa conmemorativa.
Repensemos el desarrollo, prioricemos la biodiversidad y hagamos que la Selva Maya siga siendo un pulmón, no un recuerdo.
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