Sequía implacable: menos granos, más costos
- Planeta B
- hace 3 horas
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La sequía dejó de ser un fenómeno estacional para convertirse en un espejo incómodo de nuestra fragilidad. No hablamos solo de campos secos y presas vacías; hablamos de la caída drástica en las cosechas, de precios al alza que golpean a productores y consumidores, y de un sistema agroalimentario que, a falta de agua y de apoyos, se agrieta.
Trigo en retroceso: del granero al desierto
Sonora y Baja California, referentes en la producción de trigo en México, hoy son un retrato de la vulnerabilidad agrícola.
De dos millones de toneladas, Sonora apenas alcanzó el millón en el ciclo primavera-verano. Baja California cayó de un millón a 131 mil. El dato no es anecdótico: es un síntoma.
La falta de lluvias no solo reduce la producción actual; compromete la tierra, la siembra futura y la seguridad alimentaria. ¿La ironía? En paralelo, algunos estados celebran lluvias “históricas” que, sin infraestructura para captar y almacenar, se pierden en horas. Agua que llega tarde y mal.
Ganado caro, mesas vacías
El impacto no se limita a los granos. El ganado, tanto en México como en Estados Unidos, alcanzó precios récord este verano. El ganado flaco pasó de 103 a 142 pesos por kilo en un año; el gordo, de 53 a 72 pesos.
La explicación es sencilla y brutal: sin pastura ni agua, los sacrificios se adelantan, reduciendo la oferta y elevando los precios. El consumidor final se encuentra entonces pagando más por menos.
Y el productor, lejos de beneficiarse, enfrenta una ecuación perversa: vender más caro, sí, pero con menos animales y un futuro incierto.
El costo invisible de la improvisación
La narrativa oficial suele atribuirlo todo a “fenómenos naturales”. Pero lo natural no explica por qué seguimos sembrando con la misma lógica de hace décadas, ni por qué se repiten los mismos discursos mientras los embalses se evaporan.
Más grave aún: los apoyos al campo en México no solo son insuficientes, son erráticos. Se cancelan programas, se reducen presupuestos y se privilegian transferencias políticas antes que soluciones técnicas. Así, la sequía no solo golpea con fuerza, también desnuda la fragilidad institucional.
¿Qué pensamos en #Planeta?
La sequía no es un episodio aislado: es un recordatorio de que la producción agrícola y ganadera depende de decisiones que trascienden la lluvia o el sol. Seguir culpando al clima sin reformar el modelo productivo —y sin un gobierno dispuesto a respaldar a los productores— es una apuesta cara, que ya se cobra en los bolsillos y en la mesa.
Creemos que la sequía debe enfrentarse con visión a largo plazo: inversión en tecnología de riego, almacenamiento eficiente de agua y políticas que pongan al productor en el centro, no al margen.
El reto es grande, pero ignorarlo sería más costoso. La pregunta no es si podemos adaptarnos, sino cuánto más estamos dispuestos a pagar por no hacerlo.
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